En mi experiencia a partir de este encuentro, mi mundo realizó un giro de 360°, mi atención se direccionó a mi hijo recién nacido, me sentí invadida de amor como nunca antes lo había sentido. Verlo, me bloqueó todo otro registro de mí y de mi cuerpo recién parido. Casi sin darme cuenta pase un umbral, que me llevó a experimentar enormes cambios físicos, emocionales, mentales, sociales y vitales complejos.
Hoy puedo decir que lo cotidiano comenzó a modificarse luego del nacimiento, como seguramente les sucedió a muchas de ustedes. Y es así que en el camino aprendemos a adaptarnos a este momento que es algo increíble, pero como en todo proceso de cambios devienen incomodidades, que podemos sentirlas y vivirlas como no favorables.
Los cambios siempre nos interpelan a desarrollar nuestra capacidad de adaptación ante lo nuevo. Siendo mamás se genera un ejercicio continuo, porque se nos presentan más de una vez situaciones desconocidas en el desafío de ir aprendiendo a ser la mamá de nuestro hijo/a.
En esta transición de ser madres acontecen una serie de cambios, desde lo interno y externo, que nos atraviesan en una misma etapa: maternando, ejerciendo la maternidad. Por eso podemos llegar a sentirnos perturbadas en la forma de pensar, sentir y actuar, porque re-organizarnos post nacimiento en nuestras dinámicas cotidianas, encontrarnos y reconocernos en los nuevos roles familiares para repactar otras formas, NO ES SENCILLO.
Por esta razón, y por muchas otras que desarrollo en este espacio, comparto la importancia de visualizar la maternidad como un momento de grandes cambios y de transición para las mujeres, porque se sienten una variedad de emociones fuertes, cambiantes, confusas y hasta incluso desconocidas que impactan en el equilibrio psicológico y de la salud mental.