La crianza, como bien sabemos, implica nutrir y guiar a nuestros hijos e hijas en un entorno que está profundamente influenciado por la cultura que nos rodea. Al emigrar, esta tarea se convierte en una aventura compleja y enriquecedora para mi familia.
Cuando decidimos mudarnos de Argentina a Italia, éramos conscientes de que no solo llevábamos nuestras tradiciones y valores como progenitores, sino que también estábamos abriendo la puerta a un nuevo mundo cultural para nuestro hijo. Esta nueva realidad se entrelazaría con nuestra forma de criar, creando una fusión única de tradiciones y costumbres.
Desde el primer día, iniciamos la emocionante aventura de explorar juntos la cultura italiana. Aprendimos sobre sus costumbres, su idioma y su modo de vida, al tiempo que compartíamos con nuestro hijo nuestras propias tradiciones en el hogar. Recuerdo esos momentos en la cocina, donde no solo preparábamos platos típicos argentinos, sino que también le hablábamos sobre los ingredientes, la historia detrás de cada comida y su significado en nuestras vidas. Cada receta se convertía en una conexión entre nuestras raíces y la nueva cultura que íbamos descubriendo.
Sin embargo, no todo fue sencillo. Hubo momentos de duda y miedo, cuestionándonos si estábamos tomando las decisiones correctas. Después de vivir un mes en Francia y ahora estar en Dinamarca, hemos aprendido que cada experiencia, cada nuevo idioma que hemos incorporado a nuestra vida, ha sido una oportunidad valiosa para crecer como familia. La paciencia y la perseverancia se han convertido en nuestras aliadas, ayudándonos a adaptarnos y disfrutar de este viaje de crianza multicultural.
Hoy, al mirar hacia atrás, puedo decir con confianza que hemos tomado decisiones que han enriquecido nuestras vidas. Cada día es un proceso de aprendizaje constante y, al ser autores de nuestro propio camino, hemos creado un hogar donde se celebra la diversidad y se nutre la curiosidad.
Integrar múltiples culturas en la crianza de nuestros hijos no solo les brinda un entendimiento más amplio del mundo, sino que también les enseña el valor de la empatía y el respeto por las diferencias. Fomentar un ambiente donde se hable sobre diversas tradiciones, se celebren diferentes festividades y se escuchen múltiples idiomas, les ofrece herramientas para navegar un mundo globalizado con confianza y apertura.
La crianza multicultural en la emigración no solo nos enriqueció en la vida familiar, sino que también transformo nuestra perspectiva como mapadres y como individuos. Estamos construyendo juntos una identidad que abarca lo mejor de cada cultura, no solo estamos formando a nuestro hijo, sino que también estamos aprendiendo y creciendo nosotros mismos en el proceso.