El fin de un año, en lo personal, me invita a mirar hacia atrás y contemplar el camino recorrido. Hoy quiero compartir con ustedes una práctica que he adoptado cada diciembre desde hace varios años. Esta época del año es especial para todas las personas, ya que el calendario resuena de manera diferente para cada una, pues cada quien tiene su propio termómetro emocional que da significado a su camino. Para nosotras, las mujeres y madres, este periodo puede ser doblemente significativo. Nos encontramos en una dualidad emocional: por un lado, reflexionamos sobre nuestros aprendizajes y crecimiento personal; por el otro, somos testigos y protagonistas del desarrollo, crecimiento y aprendizajes de nuestros/as hijos/as, quienes también llegan a sus propios finales de año.
El crecimiento como madre y mujer
Este año, mientras reflexionaba sobre todo lo vivido, me di cuenta de que la maternidad sigue siendo un proceso de constante transformación. En cada paso de mi hijo, descubro un espejo de mis propias transformaciones internas. La maternidad no solo me ha enseñado a cuidar, sino también a descubrir y aceptar nuevas versiones de mí misma. He aprendido a ser más paciente, a ser más compasiva conmigo misma y a abrazar la imperfección como parte de mi autenticidad.
A lo largo de este año, he tenido que adaptarme a nuevas circunstancias, aprender de los errores y aceptar que el camino de la maternidad no siempre es lineal ni perfecto. Sin embargo, cada desafío, por pequeño o grande que haya sido, me ha brindado la oportunidad de crecer, tanto como madre como mujer. Esta pausa me ha permitido ser más consciente de que, al acompañar el desarrollo de mi hijo, yo también estoy evolucionando. He aprendido a ser más flexible y a soltar las expectativas que tenía sobre mi rol, permitiéndome ser una madre imperfecta y, sobre todo, humana.
Un año más, me doy el espacio y el tiempo para escribir una carta a mí misma, un acto en el que me reto a sumergirme en una profunda introspección, conectándome con todas las versiones de mí que habitan en mi ser…
... ¡Hola, Luisina! Hoy nos encontramos un año más, co-pensando juntas. Antes de continuar, quiero recordarte tres aspectos importantes de este año: 1) Este es tu sexto fin de año como mujer y madre, acompañando el crecimiento de otro ser; 2) Es tu tercer fin de año en un nuevo hemisferio del mundo; 3) Este es el primer fin de año que vives en este país nuevo. Sé que estos últimos cambios te sorprendieron. Te invito a replantear tu percepción del calendario. Los fines de año ya no son solo momentos de cierre de actividades, sino de pausas. Sé que este 2024 te ha traído nuevos desafíos e incertidumbres, pero también grandes aprendizajes.
Con esta introducción, te invito a cerrar los ojos y visualizarte en tu tránsito por el 2024. ¿Cómo te observas? ¿Ves tus logros? ¿Reconoces tu crecimiento? ¿Qué aprendizajes te vienen a la mente? ¿Cómo resuena tu termómetro emocional aquí y ahora?
… ¡Hola, Luisina! Gracias por tus recordatorios. Hoy, aquí y ahora, algunas palabras resuenan en mí, iluminando mi termómetro emocional con alegría. Al mirar hacia atrás, veo en mí la fuerza, la valentía y la capacidad para adaptarme en cada versión de mí misma. Mis versiones se han vuelto más auténticas y quiero agradecerme por ello. Gracias por haber aprendido a abrazar la magia que tiene la vida, por caminar hacia nuestros propósitos y por aceptar cada matiz de nuestra existencia. Y gracias, sobre todo, por animarnos a caminar una versión de mamá con amor e imperfecciones.